martes, 19 de abril de 2011

EL SOLITARIO DE LOS VENCEJOS








Estado de ánimo actual:afligido/a

Al caer el sol le gustaba sentarse en la terraza. Acababa de empezar un nuevo verano y el excesivo calor durante el día le hacía encerrarse en su casa. Sobre las nueve podía ya abrir las persianas, puertas y ventanas. Quitaba el toldo y regaba las innumerables plantas, el suelo y hasta la pared de ladrillo visto. Todo este ajetreo para poder luego sentarse sin sentir el bochorno veraniego. Miraba al cielo y seguía los vuelos de los vencejos. Se fijaba en uno y le escudriñaba hasta perderlo. Les veía aletear para luego planear. Otra vez aleteo rápido y planeo. Era una acción repetitiva y relajante. Sus evoluciones trazaban infinitas curvas invisibles en un cielo azul claro que poco a poco se iba apagando hasta transformarse en un color gris plomizo. Agudizaba mucho el oído para percibir mejor los chillidos de los inquietos pájaros. Ese sonido también le relajaba. Para hacer esos momentos aún más agradables ponía un viejo CD de música brasileña que tenía una duración de más de una hora, aun así pulsaba la tecla "repit all" del reproductor de audio.
Su cuerpo permanecía inmóvil, sólo su cabeza se movía para seguir las evoluciones de los vencejos. Si alguien lo estuviera observando, cada atardecer, repetir los mismos actos, pensaría que estaba viendo a un loco de esos de los que se dice que no son peligrosos. Pero si pudiésemos entrar en su mente y compartir sus sentimientos es posible que nos asustásemos. Sus gestos eran relajados, su expresión resultaba alegre, pero sus ojos verdosos tenían un brillo acuoso de tristeza. Alguna tarde resbalaba una solitaria lágrima por su mejilla que no se molestaba en limpiar y acababa secándose ella sola antes de llegar a caer.
No estaba solo, a su lado dormitaba un gran perro 
negro.
©Miguel Je 2001