«Los pueblos son todos igualmente estúpidos, no hay diferencia. Depende de los individuos, no del sistema, el que se realice lo justo o lo estúpido y malo.»
Hermann Hesse
Despertarme sin despertador, regalarnos un beso agradeciendo un amanecer más. Alí, nuestro perro mayor, que nos siente despiertos acude a nuestra cama a darnos besos de alegría. Levantarme y abrir las contraventanas para ver como el nuevo día ilumina el cambiante jardín. Vestirme con la ropa que tengo más a mano. De camino a la cocina ya está esperando sus mimos mañaneros nuestra «lobita», una cachorrita, que apenas ha cumplido tres meses. Ya en la cocina sirvo agua para apagar la sed y facilitar la desintoxicación que nos provoca el simple hecho de vivir. Pasarme luego a saludar con piropos a las gatitas, rellenarles los comederos y abrirles para que corran entre las flores haciendo la ronda para mantener controlada la población de topillos.
Sin prisas ya estamos preparados para salir a dar un largo paseo con los perros por los bosques que nos rodean; caminar sin cámaras de fotos, ni «tabletas» ni móviles. Todo el tiempo para nosotros, para vivir y sentir todo el esplendor, el silencio musical y el equilibrio de la naturaleza viva, en estado puro.
Volver cansados, sedientos y sudorosos al calor del hogar. Yo preparo el desayuno mientras Manuel aviva la chimenea y va poniendo orden por la casa. Sentarse luego a la mesa a reponer fuerzas y saborear todo un completo desayuno hecho con mucho amor. Tranquilos, mirando a la comida o a nuestros ojos, masticando despacio, sin prisas; hablando de lo que haremos y de lo va surgiendo, haciendo planes y deshaciéndolos.
Yo sé dónde estoy, quien me quiere también; quien me necesite puede tenerme. Prefiero, eso sí, una visita a una llamada telefónica; prefiero recibir una carta a un email. Prefiero reunirme en el bar con los amigos a cualquier red social, pero aun así sigo manteniendo en ellas mis cuentas y mi correo electrónico que reviso más o menos una vez por semana, si me acuerdo. Conservo los móviles que se pasan la mayoría de los días durmiendo agotados sin energía; no me importa, para eso está «el fijo», y quien quiera localizarnos puede hacerlo.
No vivimos aislados en una burbuja, vivimos un paraíso particular que se ha ido perfeccionando a base de esfuerzo, dedicación, tiempo y mucho amor. Vivimos sin renunciar a nada pero sabiendo escoger lo que más nos conviene en cada momento.
Y si alguien se olvida de nosotros lo entendemos, nosotros de momento, y mientras la salud nos acompañe no nos olvidamos de nadie ni de nada.
Simplemente vivimos, enamorados, eso sí, de todo lo que nos rodea.
©Miguel Je 2015 Octubre