«Todo lo que le desconcierta le estimula.»
A Ruth le gustaba sentarse sola en su habitación por la tarde, una habitación agradable que da al mar y se sumerge en el rojo de la sangre, con su uniforme de médico y las piernas, hermosas, descansando en los reposapiés de su silla de ruedas. Está inmersa en la lectura de una novela sobre un divorcio y un error. El sufrimiento de los personajes ficticios le provoca una sensación de tranquilidad. Como si ese sentimiento recayera sobre sus propios hombros. Es cierto que ella también ha cambiado, pero sin sentir ninguna humillación. Es una chica luchadora de edad indefinida, alegre, inteligente, melena al viento, pendientes, a veces se siente mucho más joven de lo que es. el mar pegado a su casa se filtra a través de la ventana y también en su cuerpo hay una especie de oleaje interior,seductor; que le insiste a escondidas,como si un niño le tirara ligeramente de la manga.
¿Que quiere el cuerpo de Ruth? ¿Otro juego? ¿Otro paseo? —Déjame descansar. Es tarde. Pero él sigue, persiste, insiste, no tiene límite.
Mira el reloj: —¿Ahora? ¿Salir? ¿A ver a Jesús? ¿Que he estado allí hace unas horas? Es tarde, es ridículo. Y aún estará allí esa chica, y además hay algo en ella extraño?
(c)Miguel Je Mayo 2013
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