miércoles, 21 de agosto de 2013

Los locos que el mundo no traga




«Los locos que el mundo no traga nos juntamos al amanecer, dando vueltas a un sueño probable, a un amor que no ha podido ser».

He cumplido 49 años y sigo masticando, masticando y masticando, quizás porque la digestión empieza en la boca; lo sé muy bien, y no sólo porque haya estudiado hace ya muchos años biología y que hubiera sacado una buena nota en «fisiología animal», lo sé sobretodo porque me he pasado la vida masticando para poder digerir, sin que me provocara otra úlcera, demasiados sucesos ocurridos a lo largo de tantos años ya. Por todo, he tenido que aprender a masticar muchas veces, no sólo los alimentos que ingiero sino también los incontables problemas que me han causado las relaciones con mis familiares más directos, para poder tragármelos sin que me produzcan una indigestión.  Este último cumpleaños ha sido maravilloso, el que más, pero también ha sido ligeramente trágico. Tiene que haber de todo para valorar mejor lo bueno.
Ahora que soy huérfano y que sólo me quedan mis hermanas y sobrinas como familiares más directos de sangre entiendo lo importante que eran mis padres para mi equilibrio emocional. Yo adoré siempre a mis dos hermanas y a sus hijas pero este último cumpleaños me abrió los ojos; será que estoy rozando el medio siglo y eso pesa, para bien, claro.
Fue mi segundo cumpleaños sin mis padres vivos y uno más, de tantos, sin todas ellas; y eso que las cinco están vivas. Unas por una cosa y otras por otra se limitaron a felicitarme por teléfono, pero hubo una que ni eso y otra que lo hizo por el «facebook», eso sí por mensaje privado. A ninguna se le ocurrió que uno de mis ansiados sueños era pasarlo con ellas, que conocieran de primera mano como me divierto, que se interesaran por conocerme, por conocernos, porque desde hace ya muchos años yo ya no estoy solo, también tengo una familia que me llena y me colma de felicidad. Ellas ni se lo imaginan lo felices que somos, pero… (siempre hay un pero) no estuvieron conmigo. En mi gran fiesta no faltó nadie verdaderamente importante en mi vida, salvo ellas; incluso mis amigos de facebook -otra gran familia- estuvieron conmigo en algún momento dedicándome un poco de su valioso tiempo con emotivas palabras que algunas me hicieron llorar de felicidad. Por no faltar no faltaron ni mis padres convertidos en dos exóticas mariposas inmensamente bonitas que se pusieron a revolotear a mi alrededor haciendo vuelos auténticamente acrobáticos, pero no estaban ellas; y eso duele, y mucho. Así que no me quedó más remedio que masticar una y otra vez mi enorme disgusto y tragármelo bebiendo de nuevo mis lágrimas aderezadas esta vez con azúcar y con miel, pero bailando con mis contados allegados y con las majestuosas mariposas, que eran ni más ni menos que mi padre y mi madre -al menos eso quise entender-. 
A la mierda disgustarme por eso, a la mierda se puede ir todo aquel que no me quiera. Yo no puedo pretender cambiar a las personas, puedo ofrecerles un ambiente mental positivo que propicie el cambio, pero no puedo hacerlo en su lugar. Cada persona está en el mundo para aprender sus propias lecciones, y si yo hiciese el examen por ellas, simplemente volverían a reproducir el tipo de situaciones que les permitirían aprender lo que necesitan. Lo único que puedo hacer es amarlas y dejarles ser como son, sabiendo que la verdad está siempre en su interior y que podrán cambiar en el momento en el que quieran hacerlo. 
Por ejemplo mi hermana mayor lleva más de una semana sin poder dormir y yo le pregunto si tiene alguna preocupación y me dice que no, que las de siempre, pero cuáles son las de siempre? Yo, la muerte de mis padres, sus hijas, la relación con su marido, el no haber hecho por mis padres lo que debería haber hecho, o sea: haberlos llevado a vivir a su casa y no haberlos ingresado en una residencia, el no haberme dado todavía (18 meses después de que hubieran muerto mis padres) la vajilla que mi madre repetía una y otra vez que era para su hijo, el haberse adueñado de la casa en la que crecí con mi madre nada más fallecer ellos sin dejar que yo pudiera hacer uso de ella mientras yo solucionaba los complicados trámites burocráticos del testamento ya que ella decía que no tenía la cabeza para esas «cosas», obligándome a recorrer cada día durante cinco meses 90 kilómetros con el consiguiente riesgo y afrontando el cansancio y los gastos que ello implicaba, y eso sin contar que tal decisión por su parte me obligaba a vivir en una casa en ruinas sin calefacción ni agua caliente… No lo sabe, no lo sé, realmente no sé si es algo de esto o es todo el conjunto o es quizás el hecho de sentir que ella fue la menos favorecida con la herencia. Pero realmente acaso ella necesitaba el dinero o la casa que tiene cerrada a cal y canto, que ni siquiera le importó que se murieran las plantas que tanto cuidó mi madre y luego mi padre cuando ella no pudo, yo le pedí un día algunas casi moribundas que conseguí salvar y que ahora están tan hermosas como si mi madre viviese. O acaso ella necesitaba unas fincas de las que no se ha hecho cargo y por las que no siente nada. Todo es una mierda. Aún recuerdo una vez que yo estuve ingresado y le pedí si podía ir a su casa al recibir el alta mientras terminaba de recuperarme y me dijo que tenía que consultarlo con su marido y al día siguiente me contestó que él había dicho que no. Qué soy su hermano, cojones!!! Qué le pedí ayuda y qué me la negó!!! A su hermano!!! Qué le avergüenza tener un hermano casado con otro hombre? Qué tiene un hermano que no quiso nunca conocer, qué no sabe ni lo que he hecho en la vida ni a que me dedico, no lo sabe ni quiere saberlo. Qué muy buenas palabras pero que sus hechos le delatan. Qué lloro un día sí y otro también cada vez que la echo de menos, qué ni siquiera se imagina que la quiero de verdad, que me preocupa su salud y su estado de ánimo, que deseo que sea feliz y que no me permite hacer nada por ella, sólo quiere poner tierra de por medio, que no se alegró de mi vuelta a Galicia, que nos vemos ahora menos que antes pero me sonríe cuando me ve, parece que lo pasa bien a nuestro lado pero le cuesta venir o invitarnos a su casa, siento que para ella soy una pesadilla. Eso debe de ser muy triste… Para mí lo es al menos. Coño, nunca me pregunta por nada importante de mi vida sólo por lo superfluo o por nada… Pero yo la llamo habitualmente, dos o tres veces por semana, porque lo necesito, a mí si me hace falta para mantener una buena salud mental, para no separarnos definitivamente. Nos invitó a pasar las Navidades en su casa y luego nos dijo que estaba enferma, y sería verdad pero con más motivo tendríamos que haber ido… En fin que si lo piensa tiene muchas razones por las que no dormir y ya no hablo de sus otros problemas más íntimos, Quizás se sienta culpable por haberse enfermado de pequeña y de que mis padres se arruinaran para poder curarla, teniendo que emigrar al extranjero para poder darnos estudios privándome a mí de criarme junto a ellos; pues precisamente esto no debería ni pasársele por la cabeza, sin embargo se lo escuché alguna vez, fíjate!!! En definitiva con estas palabras salidas de mi jodido corazón quiero zanjar o arreglar de una vez esta relación tortuosa para mí y peligrosa para ella. Quiero que piense si me necesita, si nos necesita y quiere ser una hermana como dios manda, cogiéndole prestada esta expresión «machaconamente» repetida por el actual presidente de gobierno o que «carallo» quiere? Creo que ni ella lo sabe.
Quiero saber qué pasó. He arreglado esta casa para que la usásemos todos, ella si tiene las llaves de mi casa. Quiero que este sea el último cumpleaños en el que lloro de impotencia. El anterior fue diferente y tampoco sé el porqué pero para eso escribo: para no olvidar, por eso me ayudará leer lo que escribí hace un año, así que aquí lo tengo ya y no voy a perder ni un segundo.

19 de Agosto del 2012
Desde hoy tengo 48 años. ¡Cuarenta y ocho! De repente fui consciente, mis manos asían con fuerza el mango de un artilugio rudimentario, muy antiguo pero a la vez tremendamente efectivo para limpiar la vieja moqueta de nuestro recientemente adoptado dormitorio en la preciosa casa heredada en otra ciudad, en otro país. Disfruto desde siempre de todo lo que hago, por más insignificante que sea o absolutamente intranscendente. Soy así, siempre lo he sido y doy gracias por seguir siéndolo a mis recién estrenados 48 años. Mi viejo iMac blanco amenizaba mi labor doméstica con la música de mi biblioteca iTunes, la banda sonora de toda mi vida. Las canciones me han acompañado desde muy niño, se lo debo a mi padre, a mi madre que de joven cantaba cada día y a mi tía Herminia que toda ella era música y armonía. No podría por tanto vivir sin música, sería como vivir en blanco y negro.
Pues... No prestaba atención al estar concentrado en dejar la moqueta perfecta, cuando de repente unas notas de piano acompañadas de unos acordes de guitarra española me paralizaron, y mi cuerpo se estremeció. El mundo se paró por un instante, mi reflejo en el viejo espejo del armario se fue nublando porque de mis ojos empezaron a caer lágrimas sin fin. Ray Heredia empezó a recitar y yo con él con una voz rota que me salía de las entrañas: «Esto va dedicado a todas las mujeres bellas de la vida que viven nuestras historias, nuestros momentos y nuestros lamentos». Entonces empezamos a cantar: «El infierno de tu gloria ha pasao por mí, ahora siento y pienso adentro: alegría de vivir» y yo no pude más pero él siguió: «…Alegría de vivir, cuando estás cerca de mí…». Yo lloraba cada segundo con más intensidad. Esta canción para mí significa mucho, me trae demasiados recuerdos y muchos sentimientos, sentimientos duros.
Este es un cumpleaños diferente, esta vez no estaba pendiente del teléfono, de hecho aquí no me hace falta y cuando necesito llamar todavía quedan cabinas públicas. Nadie iba a sorprenderme si no estaba a mi lado, y por primera vez en muchísimos años no tenía que esperar una llamada que nunca llegaría. A mi madre aún le gustaba menos hablar por teléfono que a mí, pero luego en la intimidad disfrutaba de la conversación, como yo. Hoy ya me han felicitado los dos, de ambos me acordé al despertarme porque había soñado con ellos y mirando en mi interior descubrí los regalos. Estaba tranquilo, sereno, feliz, acompañado por mi ángel (mi amor), sin prisa, sin preocupaciones… Tenía lo que siempre había soñado. Ahora que ya no están me siento más unido a ellos. Les siento presentes. Hablan por mis pensamientos. Los veo alegres, incluso orgullosos de mi vida y más de lo que estoy haciendo. A veces me miro en el espejo y le veo a él… Y me sonríe. Por eso cuando me vi en el espejo del armario, agarrado al mango del «limpiamoquetas» lloré. Lloré porque le vi a él feliz bailando al tiempo que limpiaba. A mi padre le he visto reír y bailar bastantes veces pero hace muchísimos años. No tuvieron una vida fácil, pero realmente todo lo hicieron por nosotros, sus hijos. Cumplieron su objetivo y se marcharon, no fuera a ser que nos dieran demasiado trabajo. Lloré, no de tristeza, la canción de Ray Heredia me llevó a ese punto concreto de sentimentalidad para poder ver y ser consciente de mi estado, de mi realidad. Lo que vi me enterneció, fue como si en cuestión de segundos mi vida se proyectara como una diapositiva, y lo que se ve transmite equilibrio, incluso belleza… ¡Aprobación! Esta sensación fue lo que me desencadenó el llanto.
Llanto por tener alegría de vivir, lágrimas por sentirme plenamente feliz. Satisfecho de haber dado un giro a mi vida, tranquilo por esta mudanza.

(c) Miguel Je 2013

1 comentario:

  1. Miguel me duele mucho verte pasar este tipo de trances, porque me identifico plenamente contigo, creo que no es un hecho ni casual ni aislado, la verdadera familia está en lugares insospechados, por eso, nunca me resultó especialmente difícil romper con quien nunca estuvo a mi lado, en este caso, mis cuatro hermanos y mi propia madre, a la que visito cada tres meses y que cuando estuve a punto de morir en el hospital cuando estuve con el infarto, no tuvo ni tiene ni tendrá la gallardía de irse a ver a su hijo mayor enfermo, que le pedí el mes pasado ayuda, ayuda para quedarme una habitación y evitarme pagar un alquiler que me cuesta horrores pagar, porque Uriel no trabaja y me dijo que... NO (y ya va la segunda negativa).- Por eso, descubrí mi felicidad y mi equilibrio emocional lejos de los que siempre han estado lejos.
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