miércoles, 25 de febrero de 2015

L' Spill



«Y es que el destino no es una cuestión de suerte; es fruto de una elección.»

Una vez al describir a un amigo escribí de él que era mi misma imagen en un espejo. Recuerdo también que un día me atreví a decírselo y no me entendió lo que quería expresarle, y no por culpa de mi mal inglés pues llevaba apenas unas semanas viviendo en Londres y la verdad todavía me costaba, aún hablaba traduciendo mentalmente del español, así que hablaba lentamente y haciendo muchas pausas, por eso no era difícil entenderme lo que decía. Él entendió mis palabras pero no el significado de la expresión. Éramos iguales, como cuando te miras al espejo, ¡clavados!; pero como con la imagen de un espejo, no la puedes tocar, las separa un cristal. Esa sensación la tuve pasada apenas una semana de conocernos, por cierto, en una fantástica fiesta, guinda de una noche memorable de la que seguro escribiré en otro momento que venga más a cuento. Yo me estaba enamorando y eso me frenó, lo hizo porque me asustó, me dio miedo, miedo a perder la cabeza, miedo a perderme, miedo a sufrir; supe que sería así si continuaba. Esto ocurrió una noche mientras le esperaba a que llegase de la facultad -él también era biólogo. No le dije nada, ni por llegar tarde ni de mi premonición, simplemente nos lavamos los dientes, nos metimos en la cama e hicimos salvajemente el amor; y sí, digo bien, el amor -si hay algo que sepa diferenciar bien es follar y hacer el amor. Nos levantamos a comer algo y nos volvimos a lavar los dientes, otra manía que compartíamos. Hablamos y hablamos hasta que casi amaneciendo se quedó dormido y yo me levanté sigilosamente y me puse a escribir lo que se me ocurrió, empezando por:
 «Mounir duerme feliz como un niño chico, Mounir es mi misma imagen en un espejo, es mi revés, soy yo girado 180º, miro sus ojos y los reconozco míos…
Cuando uno se encuentra ante un espejo y se mira, ve. ¿Qué podemos ver? Todo lo que queramos, pero lo primero que solemos hacer es mirarnos a los ojos, miramos nuestros propios ojos. Un espejo es un gran libro lleno de respuestas, y de sorpresas o sustos...»

Hoy añadiría que un espejo no tiene por qué ser de cristal, todo lo que refleje una imagen es un espejo, nos podemos reflejar en los ojos de otra persona, incluso en los de la persona que amamos o de la que estamos locamente enamorados. También nos podemos confundir y creer que estamos ante un verdadero espejo y simplemente es un cristal que no refleja y si transparenta. Cuando realmente estamos ante un espejo nos vemos reflejados y empezamos a entender y a vernos realmente como se nos ve en él, como nos vemos nosotros a nosotros mismos; un espejo no nos dará la imagen de cómo nos ven los demás, salvo en una excepción: cuando enamorados nos miramos en los ojos de nuestro amor, entonces sí que podemos descubrirnos por los ojos de otra persona; ahí sí que podemos ver como se nos ve. No siempre estamos preparados para vernos realmente cómo somos, nos puede asustar vernos reflejados en alguien, es fácil que descubramos una realidad que no nos satisface. Ahora entiendo muchas sensaciones que en su momento malentendí pero que a pesar de ello puedo decir que reaccioné inconscientemente bien. Dejar una relación cuando estaba tan a gusto sólo porque creí ver que era mi reflejo es raro, no me extraña que Mounir no me entendiera cuando le dije que él era mi misma imagen reflejada en un espejo pero, sin embargo, luego si entendió los motivos por los que no quería continuar, seguramente él sentía lo mismo que yo: que ambos habíamos traspasado el espejo como Alicia. Yo me metí en él y me vi con sus ojos y a él le pasó lo mismo. Eso nos asustó y nos puso de acuerdo, no estábamos preparados, teníamos mucho que aprender y juntos nos era imposible. Aún así nos dimos un fin de semana juntos, los dos solos, dando rienda suelta a nuestro amor disfrutando de una primavera londinense rebosante de flores multicolores, luminosa a más no poder, sabiendo el día y la hora en la que la carroza se convertiría en calabaza pero ajenos completamente a los relojes. Fueron dos días y dos noches maravillosamente inolvidables en los que no sólo descubrí nuevos placeres, descubrí al mejor amante, al mejor amigo, me descubrí a mí, descubrí un Londres que no había visto antes, descubrí el poder del amor. Aprendí en cuarenta y ocho horas a quererme y a valorarme como nunca antes. El domingo después de comer en una terraza en Portobello me acompaño al metro y nos fundimos en un abrazo, y lloramos... Lágrimas de felicidad, lágrimas de despedida. Fue duro decirnos adiós, no lo hicimos realmente, solamente dijimos: see you again!!! Pero aún no ha ocurrido, él se fue al poco tiempo a vivir a San Francisco, como eran sus planes, a seguir con su investigación del HIV y yo también acabé volviendo a Madrid para continuar mis estudios de producción y realización de TV. Eran nuestros objetivos y los realizamos. No hemos dejado de saber uno del otro, por cartas, por teléfono, por email y ahora por facebook. Ha vuelto a Londres, ha conseguido lo que que quería, es un reconocido investigador en el mundo de la virología pero seguimos viviendo cada uno a un lado del espejo. ¿Quién de los dos se atreverá a cruzarlo antes?

©Miguel Je 2015 Febrero

2 comentarios:

  1. Hermoso relato de momentos intensos vividos de amor, ese amor que necesitas dar pues asi realmente te sientes vivo. Leyendolo me ha emocionado quien no escribio un poema huyendo de la soledad , quien a los 20 años no dejo su cuerpo abrazar y quien cuando todo se acaya y las manos tiemblan ya , revivio ese recuerdo de una barca meciendose en el mar.

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    1. Disfruto contándote cuentos antes de que te duermas, para que tengas sueños placenteros, para que me conozcas un poco más y así me entiendas un poco mejor. Me alegra que te gusten!!!

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