jueves, 4 de agosto de 2011

HOMBRES BUENOS QUE FUERON ÁNGELES PARA MÍ



«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante»
OSCAR WILDE

Hace ya unos años, muchos, más de veinte, mientras estudiaba cuarto de Biología, en Santiago de Compostela, mi querido M. Allué y yo, fantaseábamos con la idea de irnos a vivir a algún pueblo del Mediterráneo, poner un chiringuito en la playa y dejarnos llevar... por la brisa... Sigo deseando lo mismo, pero él ya no está en mi camino. Ambos vivimos mirando el mismo mar, pero no sólo nos separan kilómetros. Tal como nuestras vidas se cruzaron, para continuar unidas durante unos años, un día se separaron, y ambos escogimos caminos diferentes. No estábamos preparados para dejarnos llevar por la brisa, al menos yo; tuve miedo. Esa brisa nos llevaría a Madrid y luego quizás al Mediterráneo. Me queda el consuelo de haber disfrutado durante todo un mes junto a nuestro mar, en Tarragona, su ciudad de origen.

Manolo, de padre catalán y madre extremeña (ya fallecida por aquel entonces), fue uno de mis primeros ángeles buenos que ejercieron en mi vida como hombres encantadores.

Él me enseñó todo lo qué sé del arte contemporáneo, era un gran pintor (lo sigue siendo) y dirigía la más prestigiosa galería de arte de Galicia. Trabajábamos juntos, nos divertíamos como niños, me gustaba oírle cuando me llamaba “mi estudiante inglés” al llegar a su cuarto y sentarme en su cama, mientras le despertaba con mil besos. Se desperezaba con una sonrisa, yo me echaba encima suyo y él me abrazaba... Todos los días me decía lo mismo: —«no te duermas o te robaré el corazón»... No, no me dormía, pero no porque tuviera miedo de que me robara el corazón, pues ya era suyo, no me dormía porque me iba excitando igualmente que él.
¡Qué felices éramos explorando continuamente nuevos terrenos en la pasión y el sexo!


Pasión, sexo, amor, entrega, devoción y perfecta complicidad. Creíamos haber descubierto la pólvora por tener una manera especial de llegar al orgasmo, tanto deseo era el que sentíamos que yo casi le estrangulaba... Descubrimos una manera particular de hacer el amor... Cada nuevo orgasmo superaba al anterior. Éramos como críos que disfrutan experimentando, nosotros lo hacíamos con nuestros sentimientos y con nuestra sexualidad. Me sentía orgulloso de él, era mutuo.

Todavía puedo recordar el olor de su estudio, donde pintaba y escribía. Yo era su inspiración. Hizo toda una exposición inspirada en mí. Recuerdo un pequeño cuadro que él decía que era una pintura para colgar en un baño, se llamaba Mi-Gel; otro de grandes dimensiones que tituló “Paisaje sobre la espalda de Miguel” , que se vendió rápidamente; y otro que tengo yo: “I can´t you everything but love”.

Conservo todos los regalos que me hizo, menos un abrigo de Montesinos, que se lo quedó Charo, mi pareja en esos años, Manolo y yo éramos «amantes». ¿Conservará él los que yo le hice? Yo soy tan sentimental... Él también lo era. Vivíamos esa extravagante relación de una manera demasiado natural para una ciudad tan pequeña como lo era Compostela a mediados de los ochenta. Charo, Manolo y yo formábamos un trío políticamente incorrecto, y por ello éramos demasiado visibles.

El conocernos me abrió ventanas a un mundo para mí, por entonces, desconocido. Aprendí de él a comportarme en una sociedad que hasta entonces sólo conocía por el cine, las revistas o la literatura. Con él descubrí muchos placeres, algunos prohibidos, otros mal vistos entonces.... Yo también era su alumno sin que él fuera mi profesor: era mi maestro. Quería ser como él cuando fuera mayor, pero no por ello mi personalidad se vio alterada. Pocas cosas nos separaban, ni siquiera una linea en la mitad del cerebro, ni la lectura, ni la escritura, ni la música, ni la comida, ni la bebida,... Fue él la primera persona que me regaló flores. Ambos pensábamos que todo sabe mejor con unas bonitas flores frescas alegrando el hogar. Nos íbamos cada día al Black a bailar como posesos, pero también íbamos al cine, o al teatro. Teníamos una canción: “Too much”, una película: “La Ley del Deseo”, nuestro restaurante favorito: el Rúa Nova, nuestro pub: el Tamboira o el Modus, incluso el Más Madera, nuestra cama de ochenta centímetros, nuestros sueños, nuestras fantasías,... Lo teníamos todo y nos quedamos sin nada más que los recuerdos... Todo por mi miedo, por mi inseguridad, por pensar con la cabeza y no dejarme llevar por el corazón. Me lo perdí. Pero al menos conservo el amor que aún hoy le tengo. Cuando quiero a alguien nunca puedo dejar de quererlo. Tengo un corazón muy grande, y la gran suerte de haber estado al lado de hombres buenos que fueron ángeles para mi.

«Miro la primera foto que me regalaste, pegada en siete pedazos». Recuerdo la noche en que en un arrebato la rompí en su presencia, fue la primera foto que tuve de él y que le sacó otro gran pintor y amigo: Quintana Martelo. Le doy la vuelta y sigo reconociendo su letra:

Manolo, con amor
16. 12. 86
(Aunque no me gusta nada como estoy, sin afeitar, con cara de constipado, delante de un cuadro que me dio SUERTE, pensando quizás en TI, o a lo mejor, no pensando como siempre en mi mismo, pero esta vez con otro nombre entre los labios, en el hueco de la mano, pegado al cuello).
Y ese nombre, claro está, es el TUYO. Te quiero.


1 comentario:

  1. Emocionas, sin rodeos, a quien en sus manos caiga esta pieza, expresión pura de amor, que has escrito desde el recuerdo, bello y duradero que es dificil borrar porque forman el sustrato de nuestras alegrías, satisfacciones o, también, ¡por que no! de nuestras nostalgias porque hay cosas muy dificiles de repetir en la vida y si tratamos de hacer comparaciones, pueden resultar odiosas porque, cada momento de la vida, nos ha proporcionado sensaciones distintas que han venido a llenar y enriquecer, al mismo tiempo nuestras vivencias.Estoy realmente orgulloso de tenerte porque tienes madera de buenísima calidad y...¡ay! de aquel que no sepa aprovecharla.

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