«Quiero ser el único que te muerda la boca...»
A Josito le encontré una madrugada de primavera. Esa tarde había roto con mi pareja con la que llevaba unos cuatro años y me encontraba descolocado. Actué de una manera demasiado tópica: discutes con tu pareja, rompes con ella y te vas a emborrachar, sin importarte en como pueda acabar la noche... A oscuras, ciego de piñas coladas y con el fuego de un «dragón» expandiéndose desde mi lengua, me dejé guiar por el instinto y por el tacto, hasta que mis manos acariciaron su cara...
—¡Tú sí!
Con su cara todavía entre mis manos le hice pasar una última prueba acercando mis labios a los suyos para besarle. Saltaron chispas y nos mantuvimos unidos, rodeados por cuerpos desnudos en la oscuridad de la sauna, a las tantas de la noche, seguramente a punto de amanecer. Ya de día cruzábamos la Gran Vía cogidos de la mano, mirándonos sonrientes y con ganas de tumbarnos abrazados en una cama. Al mirarle me pregunté si no vería mejor en la oscuridad que a plena luz. Había encontrado un Ángel justo después de haberme desecho de un demonio.
Fuimos amantes durante años, amigos para siempre, pero nunca conseguimos establecer una relación de pareja, quizás éramos demasiado iguales, a pesar de intentarlo alguna vez y planificarlo unas cuantas.
Fuimos amantes durante años, amigos para siempre, pero nunca conseguimos establecer una relación de pareja, quizás éramos demasiado iguales, a pesar de intentarlo alguna vez y planificarlo unas cuantas.
Josito era dos años mayor que yo, ambos habíamos crecido sin padre al ser criados por una tía... Nos sentíamos como dos adolescentes que se enamoran por primera vez, y actuábamos encima como tales. Pasábamos los fines de semana en su casa y el resto de los días nos veíamos unos minutos; yo trabajaba en el CSIC por las mañanas, por la tarde tenía clases y a las ocho entraba de camarero en un pub, «Trappola», al final de Serrano, que se llenaba cada noche de niños pijos enloquecidos por la música de grupos ñoños españoles, como los «Hombres G». Los viernes y sábados venía a última hora, se incorporaba al grupo de mis locas amigas: Lola, Teresa, Paloma y Gala, pero se le notaba incómodo, no le gustaba que nos separara una barra. Cuando por fin salíamos, ya metidos en su «panda» negro, -por cierto, coche con el que aprendí a conducir en Galicia en nuestras primeras vacaciones juntos, cuyo destino final era Lisboa, y lo fue, pero mucho más fugaz de lo esperado-, me daba un beso con sorpresa, una pastillita que mordíamos a la vez, quedándonos cada uno con la mitad, y nos íbamos al centro, a una disco de Callao a bailar como posesos. El domingo, que ambos estábamos libres, nos íbamos al Reina Sofía, al Tyssen, al rastro o a algún rodaje, luego el aperitivo por la Latina, comer en algún restaurante de Chueca y por la tarde, de cine. Luego a casa a ver la TV o a leer. A los dos nos gustaba escribir, leer, él me escribía cartas, poemas, me hacía canciones, era todo un hombre encantador, demasiado perfecto para ser real, pero sí lo era. A veces le daba el punto y se ponía a pintar, salían de sus dedos pinturas magníficas. Un día dijo que quería pintarme, o fui yo, el que dije que quería tener un retrato como la maja de Goya, no recuerdo bien, posiblemente haya sido una mezcla de ambos. Y lo hizo, pero nunca llegó a rematarlo, un día que me enfadé me lo llevé todavía con la cara sin definir; decidí que me gustaba así.
Nos gustaba jugar, juegos que nosotros mismos nos inventábamos… Ah, Ah, extraños juegos... Jugábamos a crear guiones, que interpretábamos al tiempo que íbamos improvisando, sin necesidad de llegar a escribirlos. Relatábamos en voz alta lo que íbamos haciendo...
— «Y él le dijo...»
— «A lo que ella respondió...»
Correteábamos por la casa a carcajadas por nuestras ocurrentes frases. Sus compañeros de piso nos miraban alucinados, pensaban que Josito se había vuelto loco y que yo ya venía así, no les parecía una buena influencia, por lo que no les hacía gracia mi presencia. Se conocían de Málaga, Cipri había sido su novio y andaba desconcertado por su inesperado ataque de celos y por tanto demasiado ocupado en no coincidir con nosotros. Se ponía muy tenso cuando nos cruzábamos. Por otro lado le notaba triste, sería que se había dado cuenta de que Josito se le iba para siempre. En cambio el otro: «mariconita express», era todo excesivo en él, incluso la envidia por vernos enamorados, nos hacía la vida incómoda, siempre siguiéndonos allá donde íbamos... ¡Qué pesado, ay que pesado! Al final la situación se hizo insostenible y Josito se convenció por fin de que era hora de independizarse y cambiamos el enorme ático por un estudio en alquiler en la plaza de los Mostenses. Tenía un balconcito que daba a la plaza, muy soleado. Pusimos una mesa y dos sillas, y ya tuvimos terraza de verano; unas cuantas plantas y aquello era un paraíso. Lo del apartamento fue para mí una sorpresa, pues estaba ya harto de decírselo y de repente un día me llevo a ver apartamentos, hasta que ese nos encantó a los dos. Pero aún así no me fui a vivir a él, pues ya habíamos hecho el famoso viaje en espiral -Madrid, Galicia , Lisboa, Madrid- y yo ya había descubierto el mucho daño que podíamos hacernos. Le di largas, pero fuimos alimentando otro sueño, otro plan... Queríamos marcharnos a vivir a Londres en cuanto acabara yo mi curso y él terminara su contrato en una empresa de publicidad y diseño gráfico. Josito allí se dedicaba a hacer los carteles de películas, casi todas españolas, gracias a eso íbamos a todos los estrenos y fiestas que eran compatibles con nuestro trabajo. Salíamos muchísimo, realmente lo pasábamos genial.
— «A lo que ella respondió...»
Correteábamos por la casa a carcajadas por nuestras ocurrentes frases. Sus compañeros de piso nos miraban alucinados, pensaban que Josito se había vuelto loco y que yo ya venía así, no les parecía una buena influencia, por lo que no les hacía gracia mi presencia. Se conocían de Málaga, Cipri había sido su novio y andaba desconcertado por su inesperado ataque de celos y por tanto demasiado ocupado en no coincidir con nosotros. Se ponía muy tenso cuando nos cruzábamos. Por otro lado le notaba triste, sería que se había dado cuenta de que Josito se le iba para siempre. En cambio el otro: «mariconita express», era todo excesivo en él, incluso la envidia por vernos enamorados, nos hacía la vida incómoda, siempre siguiéndonos allá donde íbamos... ¡Qué pesado, ay que pesado! Al final la situación se hizo insostenible y Josito se convenció por fin de que era hora de independizarse y cambiamos el enorme ático por un estudio en alquiler en la plaza de los Mostenses. Tenía un balconcito que daba a la plaza, muy soleado. Pusimos una mesa y dos sillas, y ya tuvimos terraza de verano; unas cuantas plantas y aquello era un paraíso. Lo del apartamento fue para mí una sorpresa, pues estaba ya harto de decírselo y de repente un día me llevo a ver apartamentos, hasta que ese nos encantó a los dos. Pero aún así no me fui a vivir a él, pues ya habíamos hecho el famoso viaje en espiral -Madrid, Galicia , Lisboa, Madrid- y yo ya había descubierto el mucho daño que podíamos hacernos. Le di largas, pero fuimos alimentando otro sueño, otro plan... Queríamos marcharnos a vivir a Londres en cuanto acabara yo mi curso y él terminara su contrato en una empresa de publicidad y diseño gráfico. Josito allí se dedicaba a hacer los carteles de películas, casi todas españolas, gracias a eso íbamos a todos los estrenos y fiestas que eran compatibles con nuestro trabajo. Salíamos muchísimo, realmente lo pasábamos genial.
Hay viajes que quedarán para siempre, como el que hicimos al monasterio de Piedra, a Galicia, a Lisboa por toda la costa desde Vigo, o cuando cogí un autobús a las doce de la noche para ir a verle a Málaga... Boom, boom, se me acelera el corazón... Pero también hay viajes que nunca hicimos, o alguno que hicimos por separado. Hay planes que ejecutamos y otros con los que no pudimos. Por ejemplo yo sí me fui a Londres, un día harto de esperarle desaparecí. Pensé que si me echaba de menos se atrevería a empezar desde cero conmigo, en otra ciudad, en otro país. Me echó de menos, vaya si lo hizo, a las dos semanas de estar allí recibí una carta con un único folio, este era su contenido:
«Quiero compartir mi vida contigo
sentir las horas y los minutos, contigo
viajar en el día y entrar en la noche contigo
cerrar los ojos y despertar a tu lado, contigo.
Quiero hacer planes y deshacerlos, contigo
comprar comida y cocinar contigo,
leer un libro y escribirlo contigo
pintar, pasear, tener esperanzas, contigo.
Quiero sentarme en silencio, contío
hasta escuchar nuestros silencios, contigo
y reírnos hasta llorar contigo
caminar y viajar juntos, contigo
descubrir paisajes y cosas nuevas contigo
que nos caiga el sol y la lluvia contigo
Quiero vivir, simplemente, contigo
sin más propósito que vivir contigo
hasta aburrirnos de vivir, pero contigo»
Me emociono al volver a leerlo, de hecho fue una canción que tiempo después me cantó. Pero en el momento de leerla en mi habitación de la casa de los Willson, en Ealling, me dio mucha pena. Ya no había marcha atrás, yo ya había pasado los quince días reglamentarios de safari emocional para olvidarle y ya estaba de nuevo enamorado de otro Ángel encantador.
©Miguel Je 2011
©Miguel Je 2011
Leído tu relato en clave de humanísimo AMOR, aparece la expresión más sincera y apasionada que ser alguno haya sido capaz de plasmar por escrito, referida a un romance tan bonito, sincero y lleno de lo que , en ti, podría calificarse de amorosa espiral sin fin que se supera en esta relación, alegrándonos a todos los que te queremos con las fantásticas y, al mismo tiempo, sencillas relaciones que describes tan bien, engendrando humanos sentimientos de amor gozoso, ejemplo de compenetración en el mutuo disfrute y relajación de unas juveniles almas con sus respectivos cuerpos, dispuestas a "comerse", literalmente, el mundo y lo que no es, precisamente, lo que con esta palabra trato de expresar.Gracias ,pues, por comunicarnos tan apreciables retazos de una vida tan interesante y siempre atractiva como la tuya, vivida con intensidad ¡¡como debe ser!!, que es el fin último para lo que venimos a este mundo y a una vida que hemos de disfrutar con gozo.
ResponderEliminarGracias Manuel por ser mi fan número uno!!!
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