martes, 27 de agosto de 2013

Hablando con mis muertos.



«Escribo para intentar explicarme lo que no entiendo.»
Miguel Ángel Muñoz

Jamás se me ha aparecido la Virgen, ni he tenido llagas de repente, ni he visto llorar sangre, pero lo que sí me sucede habitualmente es que me hablan mis muertos más queridos. No oigo su voz, pero los escucho en mi interior, me hablan pausadamente, son mensajes cortos -menos, incluso, de 140 caracteres-, claros, concretos y concisos. Mantenemos, a veces, breves conversaciones. Estos últimos días se me reveló mi madre varias veces. Casualmente ahora está aquí, leyendo lo que voy escribiendo, no dice nada, está atenta, mueve sus cristalinos ojos azules a la vez que voy añadiendo «hormigas» (caracteres). Cuando paro de teclear, para comprobar lo escrito, siento como sonríe y me dice: —¡Venga sigue, que me tienes en ascuas! Yo voy y me paro, y sin abrir la boca le digo que me apetece un cigarro.
—¿Acaso no has fumado bastante hoy? Su tono ha cambiado, se ha puesto seria, yo también. Me toco los labios con el pulgar, pienso unos segundos y le contesto: —Pues no… ¡¡¡«Only one»!!! 
(Rogándole). —Hoy es día 30 de diciembre del 2012 desde hace dos horas y media, y tu sabes que ha sido una sola vez. Vuelve a sonreír!!! —Qué «fulero» eres, non sei a quen te pareces? ¿A quén vai ser? A teu pai!!! -respondiéndose ella misma.
Yo ahora también me río y no me corto y le contesto, y eso a sabiendas que odia que le «conteste»: —Pues yo creo que me parezco más a ti, tú eres aún más pícara que yo. Bueno, ¿nos hacemos ese cigarro o qué? —Veña, sempre o foches e seguirás sendo un antoxadizo. ¿Acórdaste…? «Mina tero cereixas!!! Mina tero totós!!! Mina quero augardente!!!…» —Sí, vale, pero también le consultaba, le pedía su opinión: «¡Mina! ¿Levo a paxara ou non levo a paxara?»
Mi tía Herminia no sólo me habla sino que además desde que se fue allá por el 85 no me ha dejado apenas un momento, me ha cuidado y protegido toda mi vida; todavía de vez en cuando se mete en mis sueños y me cuenta un fantástico cuento de ladrones que nunca se acaba.

—¿He oído mi nombre? —¡Vaya, la que faltaba! Se lo dije cariñosamente, no creáis. —Pues yo no!!! ¡Estoy harta de tenerte siempre encima! Suelta mi madre con ¡una sorna!, y ah!!!, ahora que lo pienso, lo de estar siempre encima lo dice literal porque Herminia está en el último nicho, el tercero y mi madre en el bajo. —¡¡¡Qué estás cuchicheando??? Me dicen las dos a la vez y en esto que se escucha a mi padre malhumorado: —Estas no son horas… Shit! ¡¡¡Cona que o pariu a quen se lle ocurríu meterme no nicho do medio!!!
No recordaba que mi padre fuera tan mal hablado, pero sí que cuando él dormía quería que todos estuviéramos también durmiendo. Así que me voy a hacer un cigarro, como cuando lío un cigarrillo me concentro únicamente en lo que estoy haciendo pues pierdo sintonía y ya no sé si la volveré a coger, pero lo que sí sé es que pienso escribir lo que necesitaba explicarme. Ahora vuelvo!!!

Ya estoy aquí, entre humo verde, thinking in green… —¡Xa era hora! ¡Mira qué eres lento…! 
Mi madre siempre me ha vendido muy mal. Recuerdo cuando venía mi tía Oliva, su hermana más joven, y le decía que me llevara al pueblo pero que no me devolviera más porque «non pode ser mais trasto do que é». Rápidamente saltó Herminia con un acento cubano residual, que me sobresaltó, adquirido en sus años de juventud en La Habana: —No es lento, es meticuloso… Mi madre la interrumpió: —Lleva el mismo camino que el tío Pepe, se morirá de cáncer de pulmón de tanta fumeta. —¿Quién me nombra? —¡¡¡Oh, Pepe, cuánto tiempo!!! Dije conmocionado; mi tío Pepe que descansa junto a dos de sus hermanas Herminia y Manuela… —¡Oh, meu Miguel! Sé que te acuerdas mucho de mí. Ya ves aquí estamos todos juntos… Ah, antes de que me olvide tengo que darte las gracias por haber puesto mi nombre en la placa. Siempre supe que me querías a pesar de no querer nunca dormir conmigo… —¡Manuela! —Siempre te gustó la noche, viniste una noche, casi de madrugada a despedirte de mí a aquella maldita residencia de la Xunta, no sé cómo te dejaron entrar a esas horas, debían de saber que me quedaban horas. Me contaste lo mal que estabas, lloraste al verme tan débil, con tan poca vida ya, me acariciabas la cabeza sorprendido de mi poco pelo y tan corto… ¿Echabas de menos mi moño y sus horquillas? —¡Ya está bien, hoy es mi día! Hoy hace un año que resbalé es aquella jodida rampa, jamás pensé que me moriría de frío, jamás pensé que nadie me oiría pedir auxilio… Rápidamente le cortó mi padre: 
—Segunda, ahora ya sabes que hay que tener cuidado con lo que se pide, ya ves que puede cumplirse. —Xa, querido, pero eu cando decía que me gustaría morrerme nun accidente pensaba nun golpe que me deixara no sitio e non darme un bon trastazo e non poderme apañar pra salir da fodida obra. —Po lo menos dormicheste e non te enteraches de nada pero eu morría en vida cando non te encontrábamos. Estabas tola, tan presumida que non podías pasar sin pintarte os morros… —Estaba de pasarme, se non fora pola barra de labios sería por outra cousa. —Pero se tuveras cabeza non habrías ido sola, como una raposa. —Venga Segundo, no te enfades, que no estuvimos tantos días separados. —No te jode, haber venido a por mí tan rápido… —No te iba a dejar en esa residencia llena de lagartas. —As únicas lagartas eran as fillas de puta das monxas, que me quitaron o anillo e o reló que me regalou o Derick. —¡No me digas! ¿Y pretendéis hacerme una misa en unas horas? Me está hablando a mí… ¿Qué le digo…? —¿Qué te digo? Yo tampoco estoy de acuerdo, no es que odie a la iglesia, ni a los curas, pero simplemente no me interesan. Te podría decir que la idea no fue mía, pero tampoco expuse mi negativa. Sé que una misa no es lo mejor que te podemos ofrecer, ni lo que más te gusta, pero si al menos eso sirve para que nos reunamos tus allegados pues lo acepto, lo malo es que no todos pensamos lo mismo y hay varias deserciones, ya las verás o a lo mejor ya las sabes.
Bueno yo lo celebraré recordando anécdotas… He arreglado la casa, he puesto flores, aquí, no en el nicho, yo como tú: «las flores en vida». Bueno, ¿qué te parece? Cuesta y me cuesta decirte que si te pierdo me perderé, pero no te perderé, te cuidaré dentro de mí. Ahora no digas nada porque voy a hacerme otro cigarro. Shiiiii… ¡¡¡Qué te conozco!!!

(c) Miguel Je 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario