martes, 17 de enero de 2012

GRACIAS




«Sereno ante la puerta qué algún día traspasaré, porque ya sé vencer al destino.»


Hace apenas unos días, y por un muy desagradable motivo, tuvimos que emprender un viaje atravesando el país de Este a Oeste. Una noche para ir y otra para volver y entre ellas, tres días en Galicia, concretamente en Lugo. Mucho tiempo para pensar, para observar y para experimentar nuevos sentimientos provocados por situaciones no vividas con anterioridad. Ahora empiezo a sedimentar todo lo ocurrido en las primeras semanas del nuevo año. Me llama la atención haber comprobado que Galicia sigue siendo diferente, en concreto sus gentes, la solidaridad que persiste en sus pueblos, es como si ellos no hubieran perdido todavía ni una pizca de humanidad. Habrá de todo, como en todas partes, pero cierto es que sólo he visto en todas las personas con las que he tratado ternura, solidaridad y apoyo. Lo mismo he percibido entre mis pocos amigos de aquí, en el Este y entre mis amigos «facebookeros». ¡Gracias a todos!

Ya desde hace mucho soy consciente de que la vida puede pegar un giro en un segundo y sin previo aviso. Da igual que todo se intente hacer bien y que pongamos todos nuestros sentidos en aquello que hacemos siempre puede escapársenos algo a nuestro control. Pero del mismo modo también sé que el ser humano es capaz de soportar todos estos «giros inesperados»; somos capaces de levantarnos ante una gran caída o de soportar dolores impensables. Tampoco me olvido de que somos seres sociables. Cuando algo va mal, la ayuda de los demás nos hace más llevaderos los reveses. Todo compartido resulta más fácil.

En todos estos días ni por un momento me sentí solo ante la desgracia que supone el perder a un ser querido y allegado como lo era mi madre, y encima de la manera que sucedió, convirtiéndose en una tragedia antes ya del terrible desenlace. Es jodido aceptar que tu propia madre se haya muerto de hipotermia en pleno siglo XXI donde se supone que la tecnología lo puede todo y a pesar de llevar un móvil en el bolso no fue posible localizar la señal más concretamente. En pleno centro de la ciudad y por culpa de un resbalón en una pequeña rampa que termina en unos arbustos que disimulan un pequeño terraplén de poco más de dos metros (insuficiente protección, los arbustos, para esos peligrosos metros y más si se tiene en cuenta que esa rampa limita con un pequeño parque infantil con diversos juegos) cayó sobre las zarzas que tapizaban la base, pero al querer incorporarse y por la oscuridad de la noche se apoyó en la valla que delimitaba una obra contigua sin percatarse de que esta tenía un agujero (por no llegar unas cuantas tablas hasta la base) colándose por el, cayendo a los cimientos de hormigón del edificio en construcción. Por mucho que gritara, si es que tuvo fuerzas para hacerlo, nadie pasaba por allí a esa horas, es invierno. Seguramente se fue durmiendo y el intenso frío de ese noche no le permitió ver ni siquiera el amanecer.

Desde el último día del año y hasta el mediodía del diez de enero estuvo desaparecida, siendo descubierta por casualidad, puesto que la obra se paró por las «fiestas navideñas» y aún no se había reiniciado. Pero esa mañana un obrero fue a buscar una herramienta y desde las alturas en la parte ya levantada la vio. Durante esos días la buscaron por toda la ciudad, centrándose más al principio en un área exterior marcada por la señal de su móvil. En ese mismo lugar mis hermanas y sobrinas pasaron varias veces llamando al móvil y no escucharon nada, tampoco repararon en la obra al verla toda vallada con tablones de madera desde el suelo cerrando todo el perímetro. Toda una serie de pasos desgraciados que llevaron al inevitable desenlace.

La última vez que hablamos, no sé el porqué, ella sacó el tema de la muerte y nos comentó que estaba preparada para ese trance aunque no tenía ninguna prisa. Simplemente era realista y decía que lo tenía todo preparado «por si acaso», una expresión muy suya. Había cumplido el cuatro de Noviembre ochenta y dos años y también curiosamente fue la primera vez que olvidé su cumpleaños. Pensaba ir a verla en Navidad pero por ciertos problemas decidí dejarlo para más adelante, todo iba bien… Así fue, pero por desgracia demasiado tarde. Ella quería morirse de golpe, dormir y no despertar, incluso dijo que de un accidente, y no era para no sufrir era para no hacernos pasar una agonía retrasando lo inevitable. Pues sí, se murió de un trágico accidente, bueno todos lo son, pero para nosotros fue una larga agonía. Su carita tenía una expresión de paz; por lo que creo que haber podido verla, a pesar de llevar doce días sin vida y estar sin maquillar, me tranquilizó. Esa angelical expresión sin un ápice de sufrimiento me llenó de paz.

Hay que tener cuidado con lo que se desea pues se te puede conceder, pero hemos de tener en cuenta que puede que el proceso para alcanzarlo no nos guste tanto.

Quería que la enterraran cuanto antes, quería una sencilla ceremonia sin coronas ni flores (y eso que las flores siempre le encantaron). Ella decía: — «las flores las quiero en vida». Odiaba las coronas y las caja fúnebres. Pues allí estaba ella en una típica caja y rodeada de coronas y ramos de muertos con sus tétricas cintas y sus típicos lemas… Yo también odio todo esto. Quería el nicho de arriba, pues fue al de abajo aunque decía que ese era muy húmedo. Decía que con un cura tenía de sobra, pues tuvo seis. Plañideras sí que no hicieron falta pues todos llorábamos, unos por dentro y otros exteriorizando sin pudor el sentimiento de pena.

Yo no pienso elucubrar con mi muerte, que sea cuando y como sea, que hagan conmigo lo que les de la gana. Qué más me da, si al final es lo que pasa. Hay quien pide que su funeral sea una fiesta pero luego a sus allegados no les sale, y a tus enemigos ya la iban a hacer! Yo también soy de los que quieren flores en vida pero lo dicho, qué más da ya. Ella en apenas dos horas que duró el evento se quedó sola, tan solo las puñeteras flores la acompañaban, a ella y a todos sus demás vecinos. Yo también me fui, pero antes de regresar al este, al día siguiente, fuimos a despedirnos y no sé porqué le robé una rosa blanca. De repente me sentí como cuando le sisaba de la cartera para comprar cigarrillos. Seguro que le hizo gracia, yo también sonreí. ¡Siempre fuimos muy cómplices!

3 comentarios:

  1. Bella mujer, no dudes que aún se ríe contigo... Me alegra que te dejara bellos recuerdos, es su mejor legado. Y nos dejó contigo...

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  2. Ahora ha llegado un momento de tu vida en que tienes que descansar y reponerte, al otro lado de Facebook, hay personas, que como yo, sin habernos conocido en lo personal, sentimos un cordial afecto hacia tu persona, es por lo que te ofrezco mi tiempo y mi disponibilidad para hablar en público o en privado todo cuanto necesites para transitar estos momentos de duelo. Ánimo y no dejes que la pena oscurezca tu corazón, sigue escribiendo, sigue paseando, sigue soñando.

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  3. Reitero lo que te ha dicho José Antonio... Si necesitas hablar, gritar... Lo que sea, aquí me tienes, sólo tienes que pedirlo. Aunque creo que no te hace tanta falta como nos empeñamos el resto en pensar, creo que tal vez la soledad, los recuerdos, sanan más rápido cuando no repites una y otra vez la escena del duelo y el luto. Me alegro de que estés tranquilo y sepas que tu madre murió así... Un abrazo fuerte.

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